Mañana del Viernes Santo. El día aún no ha clareado del todo y el Misterio de las Tres Caídas de Triana gira hacia la calle Arfe, iniciando el camino de vuelta al barrio. Sobre su antiguo y magnífico canasto, nos muestra su mejor versión para muchos. Cuando el paso viene de frente, sólo destaca Jesús Nazareno hincando su rodilla en tierra. A Él se dirigen todas las miradas. Lo secundario, lo anecdótico viene detrás.
El paisaje urbano no ha cambiado nada. A un lado las blanqueadas Atarazanas, entonces Maestranza de Artillería, al otro el edificio de ladrillo del mercado del Postigo.
Un friso de claveles sobre el respiradero, que no tiene maniguetas, y en el costero la marinería que custodia el paso. Por algo lo llamaban -y lo siguen llamando en Utrera- el portaviones.
Desconozco el autor de esta fotografía, que encontre como tantas otras navegando por la red -nunca mejor dicho-, pero para él mi modesto homenaje por el magnífico encuadre y el haber sabido captar este mágico momento de aquella ya lejana Semana Santa.